Me encontraba regañando a uno de los inútiles de mis ayudantes, que, una vez más, había cambiado "por error" la contraseña de la puerta de entrada a las salas de los pokémon. Y justo en el peor momento, porque vi una chica entrando, temiéndome que fuera a por su primer pokémon. Mandé al tipo que fuera rápidamente a arreglarlo, y más le valía que estuviera de inmediato o no volvería a trabajar aquí. Me dirigií después a la chica del pelo rosa. Curioso color de pelo, sin duda.
- Sí, hay alguien - contesté -. ¿Qué deseas? ¿Un pokémon?